artículo de opinión

OPINIÓN: El papel de Turquía en la crisis del gas

Desde el Imperio Bizantino el Imperio Otomano, la meseta de Anatolia y los Estrechos han sido el cruce de caminos entre Europa y Asia. Hace siglos que los mercaderes pasaban por Estambul en su camino por la Ruta de la Seda hacia las lejanas tierras de China. Todos los productos procedentes de las distantes tierras asiáticas pasaban por Estambul, por sus estrechos. No es de extrañar por tanto, que los sultanes otomanos pensaran que eran el centro del mundo. La posición entre Europa y Asia reportó a ambos imperios una importante baza política y cuantiosos ingresos. Aquella historia se puede volver a repetir ahora, en los albores del siglo XXI. Sin embargo, esta vez no se trata de sedas o especias, sino de gas y petróleo, y tampoco del Imperio Bizantino u Otomano, sino de la República de Turquía.

El corte en el suministro de gas ruso ha vuelto a poner de manifiesto el problema energético que sufre Europa desde hace años. Rusia (o lo que es lo mismo, Gazprom) ha cesado el bombeo de gas al Viejo Continente por disputas con la compañía de gas ucraniana (Naftogaz) al acusarla de robar gas, mientras los ucranianos se defienden de estas acusaciones echando la culpa a los rusos. Sea como fuere, independientemente de quien tenga razón, Europa, y por consiguiente la UE, tiene un grave problema. Europa tiene una dependencia brutal del gas ruso. El gas natural suministrado por Noruega y Argelia representa un pequeño porcentaje en comparación con el del país más grande el mundo. La UE no puede depender de un país que usa sus recursos energéticos como arma contra otras naciones. Una solución al problema energético europeo podría presentarla parcialmente Turquía, no como país productor, pero sí como intermediario.

La República de Turquía tiene una localización geográfica envidiable, cercana a más del 70% de las reservas mundiales de gas y petróleo. El país comparte frontera con productores de estos recursos como Azerbaiyán, Irán e Irak. Las repúblicas túrquicas de Asia Central con las que Turquía mantiene una cordial relación debido a sus comunes raíces culturales, como Turkmenistán y Kazajstán, también se encuentran relativamente cerca. Habiendo leído esto uno puede hacerse a la idea de que el potencial está ahí, solo es cuestión de explotarlo.

En la actualidad Turquía obtiene petróleo azerí a través del oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan (BTC). El BTC comienza en las aguas del mar Caspio azeríes y termina en el Mediterráneo turco, pasando por Georgia. Este oleoducto tiene la capacidad de transportar 1 millón de barriles de crudo al día, o lo que es lo mismo, alrededor del 1,5% del volumen mundial de petróleo. Además, Kazajstán ha acordado con Azerbaiyán el envío de crudo, alrededor de 90.000 barriles según cálculos de medios azeríes, a través del Caspio para el BTC, aumentando por lo tanto el volumen de combustible transportado por este oleoducto. Similar al BTC es el Bakú-Tbilisi-Erzurum, siendo éste un gaseoducto que transporta 8,8 billones de metros cúbicos de gas al año. El BTE comienza en los campos de Shah Deniz, en el mar Caspio, y termina en Erzurum, al este de Turquía. Este gaseoducto tiene el potencial de ser conectado con Turkmenistán (Türkmenbaşı) y Kazajstán a través del Caspio. También se está planeando construir el gaseoducto Nabucco, que llevaría el gas desde Erzurum hasta Austria pasando por Bulgaria, Rumanía y Hungría.

No obstante, no solo estamos hablando de gas y petróleo provenientes de Azerbaiyán, Kazajstán y Turkmenistán. A Ceyhan también llega petróleo procedente de Kirkuk, al norte de Irak. De la ciudad iraní de Tabriz también obtiene Turquía gas natural gracias a un gaseoducto. A esto habría que añadirle el gaseoducto Humus-Kilis entre Egipto y Turquía, que atraviesa Jordania y Siria.

Merece reducir el optimismo que tanto oleoducto y gaseoducto puede producir. La reciente invasión rusa de Georgia ha vuelto a mostrar al mundo la inestabilidad del Cáucaso, por donde pasan el BTC y el BTE. Además, hay que tener en cuenta la naturaleza de países como Irak e Irán que, ya sea por violencia o extremismo político, no son del todo fiables. Aún así, la relativa paz que hay en el norte kurdo de Irak y la mejora de relaciones entre Turquía y Armenia puede asegurar y diversificar respectivamente el suministro de gas y petróleo.

Está bien, ¿y cómo ayuda esto a Europa? Que Turquía pase a ser un centro neurálgico del gas natural y el petróleo -se estima que en el 2012 entre el 6% y el 7% del petróleo mundial pasará por Turquía- beneficiaría enormemente a Europa. Por ejemplo, gracias a la construcción del gaseoducto entre Karacabey (Turquía) y Komotini (Grecia), el país heleno es suministrado con unos 7 millones de metros cúbicos de gas al año. Este mismo año está planeado que comience la construcción de un gaseoducto marino entre Grecia e Italia que se uniría al mencionado con anterioridad. Esto supondría que en el 2012, fecha en la que se estima que será operativo este gaseoducto, Italia recibirá al año 8 billones de metros cúbicos de gas y Grecia 3 billones de metros cúbicos de gas.

Sin embargo, la verdadera ventaja es el hecho de reducir la dependencia energética de Rusia, que en cualquier momento puede usar el arma de la energía para chantajear y presionar a Europa, como ahora mismo, y diversificar las fuentes de energía. Todo esto lo ha de promover Europa, con sus líderes políticos a la cabeza, aunque de una forma discreta para no alertar al Oso Ruso, que puede volver a cortar el suministro en cualquier momento. Y es aquí donde reside el gran inconveniente.

Pese a los beneficios que esta diversificación traería a Europa, Turquía ha de mirar por su propio bien. Ankara ha de poner, y seguramente ya lo está haciendo, en un lado de la balanza los beneficios que resultarían de ser la alternativa a Rusia (como agente intermediario, no como productor) y en el otro lado los que resultarían de ser un apoyo para Rusia y lo que sacaría el país de su relación económico con Rusia (o el impacto negativo en la economía turca de enemistarse con el país de los zares). Turquía está sufriendo en sus propias carnes el bloqueo que está ejerciendo Rusia sobre el gas, pues es al puerto de Samsun (norte de Turquía, en el Mar Negro) por donde llega el gas ruso a Turquía, y por lo tanto no es ajena a ello. En este asunto la neutralidad es inútil. Turquía ha de tomar una decisión sobre qué hacer en los próximos tres o cuatro años, y de ello dependen no solo las relaciones entre la UE y Rusia, sino también el poder y prestigio de la Unión.