Los Hermanos Musulmanes, que convocaron nuevas protestas pese al toque de queda impuesto por el gobierno, hablan de 2.200 muertos y más de 10.000 heridos.
Las autoridades egipcias reconocieron el jueves que la cifra de víctimas por la represión desatada tras el desalojo de varias acampadas que los partidarios del depuesto presidente Mohamed Morsi mantenían en diversas plazas de El Cairo habría causado más de seiscientos muertos, según cifras oficiales, mientras el gobierno interino decretaba el estado de emergencia y promulgaba un toque de queda nocturno para intentar frenar las protestas.
Datos del Ministerio de Salud de Egipto hablaban ya a última hora del jueves de 638 fallecidos, 202 de ellos en la acampada ubicada en el distrito de Ciudad Naser, mientras que el último número de heridos hecho público por las mismas fuentes el miércoles era de 3.717. Estas cifras de víctimas situarían la jornada del 14 de agosto como la más sangrienta de los últimos años en la nación árabe, incluyendo las protestas que desembocaron en 2011 en el derrocamiento del régimen del ex presidente Hosni Mubarak, quien gobernó el país durante 30 años.
Los líderes de los Hermanos Musulmanes no dudaron en calificar lo ocurrido el miércoles como una “masacre”, al igual que hicieron otros dirigentes de la región, incluyendo el primer ministro turco Recep Tayyip Erdoğan. Hubo también reacciones de condena desde Estados Unidos y la Unión Europea, si bien desde Bruselas el mensaje fue más bien de contención a ambas partes y culpando a fuerzas de seguridad y manifestantes por igual de la violencia.
Los trágicos sucesos del 14 de agosto llevaron al premio Nobel Mohamed el-Baradei, nombrado por el gobierno interino designado por los militares como vice presidente del país, a presentar su renuncia a última hora del miércoles mostrando su rechazo a la violencia empleada por la policía y el ejército para reprimir a los manifestantes.
El Cairo amaneció mientras tanto el jueves en un ambiente inusualmente tranquilo, con un tráfico anormalmente fluido y muchas tiendas, bancos y oficinas del gobierno cerradas, mientras muchas personas decidían permanecer en sus hogares por temor a la violencia.
El gobierno designado por el general Al-Sisi y dirigido por el presidente Adli Mansur decretaba el miércoles el estado de emergencia durante un mes y promulgaba un toque de queda para la capital y otras 13 provincias del país, en un intento de frenar las protestas de los partidarios de Morsi. Las autoridades egipcias ordenaron también el cierre del paso fronterizo de Rafah que limita con la Franja de Gaza de forma “indefinida”, alegando razones de seguridad.
Pese a las medidas decretadas por el ejecutivo interino, los Hermanos Musulmanes convocaron para el jueves una gran manifestación en El Cairo en memoria de los “mártires” de la jornada anterior, además de en otras grandes ciudades como Alejandría, la segunda más importante del país. El movimiento islamista, que protagonizó buena parte de las movilizaciones que expulsaron del poder a Mubarak hace dos años y medio y que aupó a la presidencia al depuesto Mohamed Morsi, situó la cifra no oficial de víctimas del miércoles en 2.200 muertos y más de 10.000 heridos.
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