El presidente depuesto de Kirguizistán, Kurmanbek Bakiyev, aseguró ayer domingo que no dimitirá de su cargo pese a la revuelta popular que le obligó a refugiarse en el sur del país.
El presidente depuesto de Kirguizistán, Kurmanbek Bakiyev, aseguró ayer domingo que no dimitirá de su cargo pese a la revuelta popular que le obligó a refugiarse en el sur del país, y amenazó con que cualquier intento por acabar con él «ahogará en sangre» a esta ex republíca soviética de Asia Central.
Durante unas declaraciones hechas desde una localización secreta en su región natal de Jalalabad, al sur del país, Bakiyev se mostró dispuesto a negociar con el nuevo gobierno que se proclamó tras su huída de la capital aunque subrayó que no reconocía su legitimidad. Además pidió que cascos azules de Naciones Unidas fuesen desplegados en Kirguizistán, y aseguró que no había ordenado disparar a las tropas que protegían las sedes del gobierno de los manifestantes, disparos que el pasado 7 de abril provocaron cerca de un centenar de heridos en Bishkek, según la oposición.
«No he huido porque no me siento culpable», dijo Bakiyev, que no obstante invitó a «una comisión independiente e internacional que investigue estos sucesos trágicos, porque no puede haber ninguna confianza en todos estos organismos que han lanzado procedimientos criminales en mi contra», comentó refiriéndose a los líderes de la oposición de Kirguizistán, que han asumido el poder y han ordenado que se busque y juzgue a Bakiyev. «Si esta comisión internacional encuentra al presidente culpable, estoy preparado para asumir una responsabilidad total ante mi país», aseguró el todavía presidente de Kirguizistán.
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