Aunque las informaciones aún son confusas, las noticias apuntan a que la oposición finalmente habría tomado el poder y obligado a dimitir al gobierno de Kirguizistán.
Aunque las informaciones aún son confusas, las noticias apuntan a que la oposición finalmente habría tomado el poder y obligado a dimitir al gobierno de Kirguizistán, tras una serie de revueltas populares que han dejado decenas de muertos y cientos de heridos en esta república centro-asiática y ex república soviética.
Las protestas antigubernamentales se esparcieron como la pólvora por todo el país con miles de manifestantes asaltando el palacio presidencial, prendiendo fuego a varias oficinas gubernamentales y saqueando la sede de la televisión estatal. En las revueltas habrían participado miles de partidarios de la oposición, hartos de la corrupción y sobre todo del aumento generalizado de los precios en esta república centro-asiática.
La situación se agravó especialmente este miércoles después de que el ejército disparara contra los manifestantes matando a decenas de personas y provocando cientos de heridos, sin que por ahora hayan podido precisarse más datos. Aunque el gobierno admitía a última hora de ayer una veintena de fallecidos, la oposición afirmaba que sólo durante el miércoles había habido más de un centenar de muertos, y las imágenes que llegaban de la capital, Biskek, parecían darles la razón.
Los líderes opositores proclamaron la revolución y según algunas agencias de noticias rusas presentes en la zona habrían forzado la dimisión del presidente Kurmanbek Bakiyev, huído de la capital, y de su gobierno. «La oposición está en pleno control del poder», declaró Roza Otunbayeva, líder de la oposición de Kirguizistán.
Algunas informaciones apuntaban incluso a que durante las revueltas habría fallecido el ministro del interior, que se encontraba ayer al noroeste del país, si bien un portavoz del gobierno quiso más tarde desmentir esa noticia. No obstante todo apunta a que el gobierno del país habría perdido el control a pesar del acto desesperado del primer ministro Daniyar Usenov, que declaró a última hora el estado de emergencia nacional. Eso no impidió que miles de manifestantes tomaran al asalto la sede del gobierno, el parlamento, o la sede de la televisión estatal entre otros edificios clave, deteniendo todas las emisiones.
El descontento popular llevaba desde comienzos de marzo amenazando con provocar una revuelta popular en un país donde un tercio de la población vive bajo el umbral de la pobreza y que vive en gran parte de la caridad de sus vecinos Rusia y China. A la corrupción galopante del gobierno y el grave aumento de los precios de los bienes y servicios más básicos, hay que sumar el hecho de que la crisis económica mundial provocó que muchos kirguizos perdieran su trabajo en la vecina Rusia, obligándoles a tener que regresar a su país.
El descontento popular amenaza no sólo la estabilidad de este país centro-asiático surgido en los 90 del desmoronamiento de la Unión Soviética, sino la de toda la región. Kirguizistán acoge además una base militar estadounidense que es vital para abastecer a las tropas extranjeras en Afganistán. Precisamente la oposición ha pedido entre sus reivindicaciones el cierre de esa base aérea.
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