La Iglesia de los Santos Sergio y Baco, o la Pequeña Santa Sofía

Construida antes que la basílica de Santa Sofía, la Iglesia de los Santos Sergio y Baco, ahora mezquita, es una pequeña joya oculta en el interior del Estambul histórico.

Santa Sofía es la parada obligatoria para todo viajero que visite Estambul. La milenaria basílica, eje de la cristiandad durante siglos, es el mejor ejemplo del poderío bizantino y de su inevitable caída. Su tamaño monumental, con su sobrecogedora cúpula, sus mosaicos y sus muros rojizos son legendarios. Sin embargo, antes de que el mar de cúpulas de Santa Sofía dominase la silueta de Constantinopla otra iglesia, más modesta, fue el centro neurálgico del culto en la urbe imperial: la Iglesia de los Santos Sergio y Baco.

Para descubrir esta singular estructura hay que adentrarse en el barrio de Kumkapı, a orillas del Mar de Mármara. Pese a encontrarse a tan solo cinco minutos caminando de la archiconocida Mezquita Azul, uno no se encontrará allí con una muchedumbre de turistas, solamente con un puñado de visitantes: aquellos que o bien ya la conocían de antemano o bien que, tras callejear, acabaron topándose con ella. Así, alejado de las transitadas rutas turísticas es como uno puede disfrutar del templo milenario.

Dentro de esta pequeña iglesia, en la actualidad mezquita, uno puede disfrutar relajarse y aislarse del ajetreado barrio de Sultanahmet. El mar de tonalidades blancas y azules que decoran las paredes transmite serenidad mientras uno pasea por el interior del templo contemplando los capiteles originales de la iglesia, muchos de los cuales aún conservan los monogramas de Justiniano y Teodora, con los que están coronadas las columnas de mármol que sujetan la estructura. También puede verse inscripciones en griego que alaban a la pareja imperial y a San Sergio. Aún así, una de las características que hace única a la mezquita es la posibilidad de subir a la segunda planta del edificio para contemplar desde las alturas el interior del templo. Perdidos e irrecuperables son los mosaicos que originalmente deberían decorar la iglesia. En su lugar, podemos ver rosetones pintadas en un azul intenso con los nombres sagrados del Islam.

Dejando de un lado los detalles históricos de la ahora mezquita, su ambiente invita a relajarse, a meditar si uno quiere ser envuelto por el blanco y azul de los muros. Custodiando el templo, un imam de barba canosa recuerda a los despistados turistas que intentan entrar sin haberse descalzado que han de hacerlo, con un simple pero directo “yasak!” (prohibido, en turco), aunque al mismo tiempo, algo a regañadientes, no pueda, por ejemplo, resistirse a sacarse una foto con unos correligionarios suyos del sudeste asiático. Fuera de la mezquita, en el patio o en el pórtico, se puede disfrutar de la suave brisa del Mar de Mármara que se encuentra a tiro de piedra del lugar.

Construida entre los años 527 y 536 por orden de Justiniano el Grande, la Iglesia de los Santos Sergio y Baco es el edificio religioso más antiguo de Estambul que ha llegado a nuestros días. Según cuenta la leyenda, sin base histórica, Justiniano mandó construir el templo para agradecer a los dos santos su milagrosa intervención ante el entonces emperador Justino I, su tío, quien lo había condenado a muerte por haber conspirado contra él. Dejando el mito a un lado, lo que sí podemos asegurar es que fue su mujer, la intrigante Teodora, quien realmente impulsó su construcción para que pudiese servir a una comunidad de monjes monofisitas, entonces perseguidos, que fueron acogidos por la emperatriz en el palacio de Hormisdas, lugar de residencia de la pareja imperial antes de subir al trono y dentro de cuyo complejo se encontraba el templo. Dícese que la Iglesia de los Santos Sergio y Baco sirvió a Isidoro de Mileto y Antemio de Tralles para probar y experimentar con visos a la construcción de Santa Sofía (532-537), aunque dicha relación no está probada y probablemente ninguno de los dos arquitectos participó en su edificación.

La iglesia no fue convertida en mezquita hasta que hacia el 1509 Hüseyin Ağa, jefe de los eunucos blancos, decidió transformarla en lugar de culto para los musulmanes, salvándola así del inevitable deterioro que estaba experimentado el edificio, el cual en ese preciso instante estaba siendo usado como establo. Precisamente, Hüseyin Ağa decidió ser enterrado en el patio de su mezquita, que es conocida en turco como Küçük Aysofya (Pequeña Santa Sofía) por su parecido con su monumental hermana. Tras una historia azarosa en los siglos posteriores que amenazaron con destruirla, la Iglesia de los Santos Sergio y Baco o Küçük Aysofya Camii, según se vea, espera a los visitantes en una calle llamada del mismo modo, rezumando Historia y paz.