Este clérigo de 64 años, de línea moderada y a favor del diálogo, será el sustituto del actual presidente Mahmud Ahmadineyad.
El clérigo moderado Hassan Rouhani se convirtió el sábado en el futuro presidente de la República Islámica de Irán al obtener más del 50% de los votos, lo que hace innecesaria una segunda vuelta para designar al sucesor de Mahmud Ahmadineyad.
Los datos fueron anunciados a través de la televisión pública iraní por el ministro del interior, Mostafa Mohammad-Najjar, quien indicó que Rouhani había logrado superar la barrera del 50% de los votos en unas elecciones presidenciales en las que participaron el 72% de los 50 millones de iraníes con derecho a voto, y en las que estos también elegían a sus representantes en los consejos municipales.
Rouhani se había convertido en la única opción para los sectores moderados de la sociedad iraní, que se debatían entre la abstención como voto de castigo o el voto por este religioso y político de 64 años tras la exclusión de la –por otro lado breve- campaña electoral del ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjani y de Esfandiar Rahim Meshai, aliado de Ahmadineyad. Todo ello unido al poder y la influencia que el ayatolá Ali Jamenei mantiene sobre la presidencia y otras instituciones gubernamentales del régimen chií de Irán dejaban poco margen al cambio para cualquiera de los seis candidatos que concurrieron finalmente a las urnas.
En cualquier caso su victoria ha supuesto una sorpresa para los partidarios de la línea dura y algunas encuestas lo situaban hasta hace pocos días por detrás de otros candidatos como el alcalde de Teherán, Mohammad Baqer Qalibaf. El hecho de que el candidato reformista Mohammad Reza Aref le mostrara su apoyo tras retirarse de la carrera electoral presidencial ha contribuido probablemente a la holgada victoria de Hassan Rouhani.
Pese a su poder limitado por el ayatolá Jamenei, Rouhani –ex jefe negociador nuclear de Irán con las potencias occidentales- es conocido por su posición conciliadora y ha triunfado gracias a un discurso basado en buscar soluciones “constructivas” a la política exterior de Irán y sus relaciones con Occidente, además de defender el fin de la represión contra las manifestaciones políticas y la implementación de una carta de derechos civiles.
Tampoco es probable que el nuevo presidente pueda tomar decisiones drásticas sobre el controvertido programa nuclear iraní, controlado por Jamenei, pero podría presentar una actitud más moderada y dispuesta al diálogo en esta cuestión que su predecesor y todavía presidente Mahmud Ahmadineyad, quien no ha podido presentarse a un tercer mandato por impedimento constitucional.
La victoria de Rouhani pone de relieve en cualquier caso un latente deseo de reformas y cambios entre los iraníes, que han aprovechado para castigar con su voto a la élite dura y más leal al régimen, a la que consideran culpable de la represión, el creciente aislamiento y los problemas económicos que arrastra Irán -especialmente en el último año- a causa de las sanciones internacionales por su programa de enriquecimiento de uranio.
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