Los resultados de las elecciones presidenciales y regionales celebradas en Afganistán muestran una lucha muy igualada entre el actual presidente Hamid Karzai y su ex ministro de exteriores.
Los resultados parciales de las elecciones presidenciales y regionales celebradas el pasado jueves en Afganistán muestran una lucha muy igualada entre el actual presidente Hamid Karzai y su ex ministro de exteriores Abdullah Abdullah, y aunque Karzai habría ganado por un escaso margen se verá obligado a acudir a una segunda vuelta electoral: un nuevo desafío para un país donde los talibanes imponen su ley aún en muchas regiones (especialmente en el sur) y donde la amenaza de atentados es continua.
Aunque Karzai se ha atribuido ya la victoria, tanto su principal rival Abdullah como los otros candidatos opositores han acusado al actual presidente afgano de un fraude masivo en las elecciones de la semana pasada, donde resultaba bastante fácil comprar en el mercado negro la documentación necesaria para poder ir a votar. Los resultados publicados hasta ahora, que dan un 41% de votos para Karzai y un 39% para Abdullah, reflejan no obstante sólo el recuento oficial del 10% de los votos, y el propio enviado estadounidense en la zona, Richard Holbrooke, ha dicho desde Turquía que aún es muy pronto para declarar un ganador y sacar conclusiones. El tercer candidato sería el representante de la minoría étnica hazara, Ramazan Bashardost, que habría obtenido un 11% de los votos, seguido por el ex ministro de Finanzas Ashraf Ghani, que habría conseguido sólo el 3% de los votos a tenor de los resultados preliminares.
Otro dato -quizás el más importante- de estas elecciones, cuyos resultados finales no podrán conocerse hasta el próximo 3 de septiembre, es el hecho de que la participación habría sido inferior a un 35%, ya que únicamente 5 millones de los 15 millones de afganos con derecho a voto habrían acudido a las urnas.
Afganistán es un país con 30 millones de habitantes, pero los problemas de un censo que se remonta a la era soviética y las amenazas talibanes dirigidas expresamente contra aquellos que participaran en las elecciones -amén de los atentados sufridos estos días en el país- han acabado por hacer mella en una población en general bastante desilusionada con las promesas hechas tanto por la clase política como por la comunidad internacional sobre la mejora de sus condiciones de vida en el que es uno de los países más pobres del mundo.
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