El primer ministro Najib Mikati dejó en suspenso el sábado su anuncio de dimisión después de que el presidente libanés le pidiera seguir en el cargo para evitar un \»vacío de poder\».
El primer ministro libanés Najib Mikati declaró el sábado durante una comparecencia de prensa tras una reunión de urgencia de su gabinete de gobierno que seguirá en el cargo tras entrevistarse con el presidente del país Michel Sleiman, despejando momentáneamente la incertidumbre sobre el futuro político de este pequeño y dividido país de la costa oriental del Mediterráneo.
Ante la televisión, Mikati quiso acallar los rumores sobre su posible dimisión que habían surgido tras el atentado con coche bomba que dejó ocho muertos en pleno centro de la capital el viernes, y después de que la oposición hubiese pedido su cabeza, diciendo que seguiría al frente del gobierno por petición expresa del jefe del Estado, quien le pidió que no dimitiera para evitar un «vacío de poder».
«He asegurado al presidente de la República que no estaba apegado al cargo como jefe del gobierno», dijo Mikati, un musulmán sunní, durante la comparecencia de prensa. «Él (Miche Sleiman) me pidió que siguiera porque no es una cuestión persona, sino algo de interés nacional».
No obstante el actual primer ministro libanés no descartó su salida del poder, aunque condicionada a las consultas que el presidente del país realizará con el resto de fuerzas políticas del país en los próximos días. «Es por esto que he suspendido mi decisión, hasta que el presidente me comunique su decisión», agregó Mikati.
El atentado con coche bomba del viernes, el primero de este tipo desde 2008, acabó con la vida de 8 personas incluyendo el jefe de la inteligencia policial Wissam al-Hassan, quien había estado investigando la implicación de Siria en el asesinato en 2005 del ex primer ministro Rafik al-Hariri.
Desde el fin de la sangrienta guerra civil que arrasó el país y lo dividió en múltiples facciones religiosas entre 1975 y 1990, Líbano ha estado intentado salir adelante pese a que la tensión sectaria sigue latente y parece haberse vuelto a disparar a raíz del estallido del conflicto civil en Siria. La oposición siria acusó el viernes a Damasco de estar detrás del atentado del viernes y pidió la renuncia inmediata del gobierno liderado por Mikati, en el que el movimiento chií Hezbolá -aliado del régimen de Bashar al-Assad- es una de las fuerzas principales.
La multiplicidad de confesiones y tensiones religiosas en Líbano hace que su sistema político sea especialmente complicado. El presidente de la República y jefe del Estado es elegido cada 6 años por el parlamento y debe ser un cristiano maronita; éste a su vez elige con el parlamento al primer ministro, que debe ser según la constitución un musulmán sunní, mientras que al mismo tiempo el presidente del parlamento debe ser elegido entre los chiíes.
El controvertido sistema ha sido varias veces cuestionado dentro del propio Líbano porque se basa en un censo de los años 30, cuando los maronitas constituían la mayoría de la población, mientras que actualmente apenas suman el 20% frente a los musulmanes -sunníes y chiíes- que representan casi el 60% de los habitantes del país.
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