artículo de opinión

OPINIÓN: Las mentiras del 11-S (I)

El debate en torno a si es lícito o no que un director con oscuras intenciones y no menos oscura identidad produzca una película ridiculizando al profeta Mahoma y denigrando a los musulmanes con una clara intención provocativa, no debería desviarnos a mi juicio de la cuestión principal, que es la motivación que hay detrás de promover y difundir un film como \»La inocencia de los Musulmanes\» en un momento como el que vivimos.

 

El incendio del consulado de Estados Unidos en Bengasi y las protestas que desde entonces hemos podido ver en portada de todos los medios de comunicación sin duda alguna habrán desatado los temores de muchas personas tanto en Occidente como en Oriente a que la tensión religiosa derive en ese »choque de civilizaciones» que a estas alturas parece que muchos desean más que temen. El debate en torno a si es lícito o no que un director con oscuras intenciones y no menos oscura identidad produzca una película ridiculizando al profeta Mahoma y denigrando a los musulmanes con una clara intención provocativa, no debería desviarnos a mi juicio de la cuestión principal, que es la motivación que hay detrás de promover y difundir un film como éste en un momento como el que vivimos.

Quizás haya quien haya pasado por alto el día en que una multitud enfurecida tras la difusión de la película decidió asaltar el consulado estadounidense en Bengasi, y horas antes intentaba lo mismo con la embajada de EE.UU. en El Cairo. Efectivamente, se trataba del 11° aniversario del 11-S, doble aniversario y doble carambola de un extraño cúmulo de circunstancias que llevaron a que una película de bajo presupuesto y deplorable guión, que tuvo que cancelar su «estreno» en la única sala en la que se exhibió por falta de espectadores y que de otra forma hubiera pasado con mucha pena y ninguna gloria incluso como película de serie B, apareciera en Youtube por esas fechas nada menos que doblada al árabe.

Las razones y motivaciones que pueda haber detrás de la realización de una película como «La inocencia de los musulmanes» se disipan en cuanto uno ve los primeros instantes del avance de 14 minutos de duración que ha circulado por la red, a falta de ver una película completa que por ahora nadie ha visto y ya se especula hasta con la posibilidad de que no exista como tal. Al margen del papel con que se representa a Mahoma (al que se perfila como un personaje ridículo, fanático, chiflado, violento, sanguinario, estúpido, misógino, asesino…) y a los musulmanes en general, la película es tan ridículamente mala en sus decorados, vestuario, guión (perdón, qué guión…), y en la actuación de sus personajes, que causa una sensación de vergüenza ajena y hace pensar que los 5 millones de dólares que se dice ha costado debieron de gastarse forzosamente en algo más que en su rodaje: algunos expertos en la materia sugieren que 100.000 dólares bastarían para hacer semejante bodrio.

Pero por encima de su calidad o de su nulo interés cinematográfico, de sus diálogos y de la representación que hace tanto del profeta Mahoma como del Islam en general se deduce claramente que su única intención es provocar, incitar una respuesta… De hecho, son tantos y tan seguidos los menosprecios, insultos y prejuicios sobre los musulmanes que se lanzan, que parece como si su autor hubiese querido asegurarse de que de una u otra forma alguien pudiera darse por aludido. El hecho por sí mismo de que el largometraje sea de tan ínfima calidad -tanto que resulta bochornoso- deja bien claro que el interés de su creador no estuvo en el film en sí, sino en la respuesta que podía generar entre determinados grupos. Hay quien ha querido comparar también «La inocencia de los musulmanes» con «La vida de Brian», quizás con el ánimo de resaltar una reacción supuestamente más intolerante por parte de los musulmanes… Yo he visto ambas películas y he de decir que la comparación con la obra maestra de los Monty Python es totalmente ilógica: primero porque en esta última el objeto de mofa no es Jesús, sino un personaje ridículo (Brian) que nace el mismo día y es confundido con él; y segundo principalmente porque el objetivo de la comedia de los Python era provocar la risa (y lo consigue con creces)… Sólo una mente enferma o transtornada puede encontrar sin embargo gracioso lo que se dice en la película del tal Sam Bacile, que de provocar risa lo hace por otras razones que ya he comentado.

Para buscar las motivaciones detrás de este video hay que fijarse en primer lugar en su autor, un personaje muy curioso que en un primer momento se identificó tanto en internet como en las primeras entrevistas con medios de comunicación como Sam Bacile, asegurando ser un judío israelí y comparando el Islam con un «cáncer»; a partir de aquí las posteriores investigaciones que siguió la propia prensa llevaron a descubrir que el tal Bacile no era más que un pseudónimo de Nakoula Basseley Nakoula, un cristiano copto (egipcio) de unos 55 años residente en California que había sido condenado por fraude bancario y posesión de drogas entre otros cargos, y que resultó estar relacionado con grupos extremistas cristianos y ultraconservadores de EE.UU. además de contar con el apoyo del pastor Terry Jones, un viejo conocido de la prensa por sus discursos incendiarios contra el Islam y la quema de ejemplares del Corán, al que considera un libro «satánico», y que por cierto ahora se presenta como candidato a la Casa Blanca. Parece ser -aunque este punto aún permanece muy oscuro y posiblemente nunca lo sepamos con certeza- que fueron estos grupos profundamente antimusulmanes quienes financiaron a Basseley con esos 5 millones de dólares para su particular película, aunque la comunidad cristiana copta de California se ha desmarcado por completo tanto del film como del propio Basseley, que siguió negando ser Sam Bacile hasta que las evidencias hicieron insostenible su versión.

Hasta ahora tenemos un individuo, de dudosa reputación y pasado, que «mágicamente» logra financiar un proyecto de pseudo-película con una suma que ya quisieran para sí muchos directores noveles -y no tan noveles- y que por alguna razón pretende hacerse pasar en un primer momento por un judío israelí… No de Estados Unidos, que alberga la mayor comunidad judía del mundo, ni de cualquier otro país, sino de Israel… ¿Quizás para focalizar la «ira musulmana» hacia los israelíes? Curiosamente además en un momento en que Israel, quien más ha criticado la llamada «Primaver Árabe» por acabar con regímenes que le eran afines (como el de Mubarak en Egipto), lleva meses buscando una justificación para una acción militar contra Irán e implicar en ella a EE.UU… Pero no saquemos aún conclusiones, analicemos un poco más todo este embrollo.

Posteriormente hemos sabido que el film «La inocencia de los musulmanes» no se llamó así originalmente, sino que gracias a los actores que participaron en él -y que van a demandar ante los tribunales a Basseley- se ha descubierto que el casting y el rodaje se realizaron para una película que en realidad se llamaba «Guerreros del desierto» y en la que los actores en ningún momento tuvieron conocimiento de estar participando en un film sobre el Islam o Mahoma, sino que el personaje que supuestamente le interpretaba aparecía como un tal «Maestro George» y se suponía que era un rodaje sobre los tiempos bíblicos y de los primeros cristianos. Los actores han denunciado no sólo que se les engañó sobre el contenido y los objetivos de la película, sino que sus diálogos fueron alterados y manipulados en la postproducción.

Así pues el tal Basseley ha resultado ser un individuo de pocos escrúpulos y mentiroso, aunque un mal mentiroso si nos atenemos a lo rápido que ha sido destapar su engaño. Pero no nos equivoquemos ni nos dejemos engañar tampoco nosotros; cometeríamos un error pensando que este personaje es culpabe de algo más que de ser un títere de escaso juicio, un pobre fanático descerebrado como esos que tantas veces son elegidos en las grandes conspiraciones de fines oscuros que necesitan un pobre infeliz que cargue con las culpas; se me vienen a la cabeza nombres como Lee Harvey Oswald, Ali Ağca o Yigal Amir (el asesino de Isaac Rabin), todos ellos con perfiles similares -de ideas extremistas y con pocas luces- y que como en el caso de Basseley, simplemente fueron la marioneta, el candidato perfecto para el ejecutor de un plan orquestado con muchos medios y dinero pero que posiblemente nunca conozcamos. No sólo está el hecho de que el polémico film -que fue realizado a mediados de 2011- saltase oportunamente a los medios y apareciese doblado en árabe más de un año después, coincidiendo con el aniversario de los atentados del 11-S en Nueva York; lo hace además en un momento especialmente delicado no sólo en Oriente Medio, sino también en Estados Unidos, con unas elecciones presidenciales en noviembre en las que Obama -al que los círculos estadounidenses más conservadores llaman «el amigo de los musulmanes»- aventaja en 10 puntos a su rival republicano.

Pero hay más. Tanto las autoridades estadounidenses como las libias han coincidido en que el ataque contra el consulado de EE.UU. en Bengasi el pasado 11 de septiembre (otra vez la fecha mágica) que desembocó en la muerte del embajador Christopher Stevens fue cualquier cosa menos una protesta espontánea; más bien algo bien planeado y organizado de antemano en la que forzosamente tuvo que haber filtraciones y «fallos» en la seguridad que permitiesen no sólo que el consulado fuese asaltado, sino que los asaltantes conociesen y atacasen el refugio seguro -y teóricamente secreto- utilizado por el personal diplomático estadounidense para estos casos de riesgo extremo para su seguridad.

¿Quién filtró esa información? ¿Con qué objetivo? Me atrevo a pronosticar que como en tantos casos similares, nunca lo sabremos. Quién lo hizo sin duda tenía algo claro: el embajador de Estados Unidos en Libia, debía morir.