artículo de opinión

OPINIÓN: Cuestión de imagen

La República de Turquía está atravesando unos años cruciales para la continuación, pues el reformismo y progresismo de Atatürk está siempre en movimiento, de un proyecto comenzado hace más de ochenta años, momento en el cual se fundó la República. Pese a la importancia del momento, algunos gestos y acciones de ciertos políticos turcos y sus allegados pueden dificultar y estorbar la entrada de Turquía en la Unión Europea poniendo a la opinión pública de la Unión en contra de la adhesión del país euroasiático. En este caso, Recep Tayyip Erdoğan y su mujer, Emine Erdoğan, serán los protagonistas de estas líneas, comenzando por lo más reciente, lo que ocurrió en Davos, de carácter más político y terminando con un símbolo cultural-religioso.

Cuando leí la noticia de lo acontecido en Suiza, es decir, el abandono de Erdoğan cuando se sintió ofendido por el Presidente de Israel Simón Peres y por el moderador del debate, David Ignatius, hice un gesto de desaprobación. Dejando a un lado si es justificable la acción del Primer Ministro, si tiene razón al argumentar que habló menos que Peres y que éste no fue educado con él, hay que ver más allá. ¿Puede permitirse el líder de una importante nación como Turquía abandonar de tal modo una cumbre internacional de tanta relevancia? Por mucho que diga que lo que hizo fue para proteger el honor y la dignidad de su país y sus ciudadanos, un político que representa a un país entero no puede hacer lo que él hizo. ¿Se imaginan a Gordon Brown, Nicolas Sarkozy o a Angela Merkel haciendo lo mismo? ¿Qué pensarán de Erdoğan los demás líderes europeos después de esta escena? ¿Confiarán en él? Son preguntas que surgen inevitablemente tras la rudeza con la que actuó Recep Erdoğan, no excusando en ningún momento a Simón Peres.

Tampoco ayuda a la causa europeísta de Turquía el hecho que tal acción fuese apoyada por el líder de la Liga Árabe, Amr Musa, allí presente. Ni tampoco el recibimiento que tuvo Erdoğan al llegar al aeropuerto de Estambul entre un océano de banderas turcas y palestinas. Es imposible saber hasta que punto ha dañado este acontecimiento la imagen que tiene Turquía en el mundo, pero con toda seguridad ha perdido la capacidad negociadora que poseía al dejar de lado la imparcialidad. ¡Qué dulces eran aquellos días en los que Turquía trabajaba codo con codo con Israel y Siria para lograr una solución al conflicto que mantienen éstos dos últimos! La neutralidad de la que hacía gala Turquía ha desaparecido al decantarse a favor de Palestina criticando duramente a Israel.

Por lo tanto, se puede decir que el abandono de Erdoğan del encuentro anual del World Economic Forum ha resultado en un deterioro de la imagen de Turquía en el mundo Occidental y en todo lo contrario hacia los países árabes, erigiéndose el Primer Ministro turco como un héroe al haberse confrontado con Simón Peres. Así pues, esta repercusión puede ser considerada como importante a nivel diplomático pero de poca importancia para el ciudadano de a pie europeo.

Una imagen que me llamó la atención fue la de ver a las primeras damas de varias naciones árabes y Turquía y Pakistán reunidas por la paz en Estambul. No es el acto en sí lo que me impactó, sino la fotografía para la que posaron. En ella estaban Aisha Moarner al-Gadafi, hija de Muammer Gadafi, la Primera Dama pakistaní Begum Fauzia Yusuf Raza Gilani, la Primera Dama siria Asma al-Assad, la segunda esposa del emir de Qatar Nasser Al-Missned, la esposa del Primer Ministro de Turquía Emine Erdoğan, la Reina Rania de Jordania, la Primera Dama libanesa Wafa Sleimane y la vicepresidenta del parlamento de Azerbaiyán Bahar Muradova. Hasta ahí todo normal. Sin embargo, cuando nos fijamos quien es quien vemos que tres de ellas cubren su cabeza, aunque solamente una tapa sus cabellos completamente. Las otras dos son la hija de Gadaffi y la segunda esposa del qatarí. Adivinen quien es la restante. Sí. Están en lo correcto si han pensado en Emine Erdoğan, la mujer del Primer Ministro de Turquía, un país que a diferencia del resto allí presente es laico. Sí, la mujer perteneciente al país de Atatürk. Sí, aquel país candidato a entrar en la Unión Europea. No son las mujeres de los países musulmanes de Oriente Medio las que tapan su cabeza, es la esposa del Primer Ministro de un país con una mayor tradición secular. La desilusión es evidente.

Al ver la instantánea recordé lo que me dijo una vez un buen amigo turco perteneciente a la clase alta ankara-estambulita: “Las mujeres de Gül y Erdoğan dañan nuestra reputación.” Y tiene razón. El ciudadano medio europeo que observe esa fotografía y vea que la representante de Turquía lleva un ceñido pañuelo probablemente siente rechazo y se pregunte: “¿Y queremos que éstos entren?” Los prejuicios siguen siendo una de las mayores barreras a la entrada de Turquía en la Unión Europea y habría que hacer lo posible para reducirlos. Es al ciudadano de a pie, no a los políticos y jefes de estado, a quien se debe convencer de lo beneficioso de la entrada de Turquía a la UE y de las razones que existen para ello. Mientras tanto, también sería conveniente no dar munición a aquellos que se oponen a la adhesión de Turquía. Lo mismo pudo verse en la Eurocopa de este verano que tuvo lugar en Austria y Suiza, con una tapada Hayrünnisa Gül celebrando los goles de Turquía junto a su esposo Abdullah Gül. ¿Es esa la imagen que desea Turquía dar al mundo?

Hay que saber diferenciar entre los deseos personales y el deber para con el Estado. Si la aparición de Emine Erdoğan y Hayrünnisa Gül, ambas con el ceñido türban, daña la imagen de Turquía como país europeo laico a los ojos de los europeos algo ha de hacerse. La libertad personal es un derecho inalienable que nunca ha de ponerse en duda. Eso es totalmente cierto y no se aboga por cercenar esa libertad. Sin embargo, toda libertad conlleva una responsabilidad, y eso es algo de lo que Emine Erdoğan y Hayrünnisa Gül deberían estar al tanto.